Comienzo este bloque con una primera escritura de este género. Es una historia muy personal e importante en mi vida. Espero que les guste….
Memoria de un espacio
Año 1994, tenía ocho años, mes de enero, el calor era insoportable. Subimos al auto fiat bordo destartalado de mi padre y nos dirigimos por ese pavimento infinito hacia el campo, no recuerdo el nombre del lugar. Durante el viaje veíamos a nuestro alrededor, pastisales largos, sanjas, lagos, vacas, toros, ovejas, que nos acompañaban a aquel lugar elegido por mis padres para vacacionar. Éramos cinco, tres cabecitas pequeñas y dos casi canosas que nos retaban a cada rato a causa de paliarnos por cualquier cosa.
Llegamos al sitio. Después de salir de la ruta, entramos por una calle de tierra seca.
-¡Por fin!, dijimos todos, las piernas nos dolían después de tres horas de viaje. Abrimos el portón que decía “Fortín”, y entramos con el auto a la quinta del amigo de mi padre, que se la había alquilado por una quincena, eso pensamos. La entrada era enorme, casi cien metros de parque, pileta, árboles, una casa al fondo construida de madera, un poco abandona. En seguida bajamos los bolsos, nos acomodamos en las habitaciones, limpiamos la casa y ahí comenzaron mis vacaciones.
La primera semana, espectacular, todos los días hermosos, soleados, que transformaron mi piel en un oscuro bronceado, un tostado perfecto, íbamos a la tiende del lugar, comprábamos golosinas. El ambiente era tranquilo, el canto de los pájaros, los aromas de campo. Recuerdo algunas situaciones, como por ejemplo cuando después de terminar de comer una sandía, decidimos con mis hermanos, plantar las semillas pensando que pronto nacería un árbol de esa fruta, ¿que loco no? También, entramos, mejor dicho: usurpamos la casa del vecino metiéndonos a su fabulosa piscina, el cuidador nos vio y salimos corriendo. Los días pasaban y ya no sabíamos más que inventar, a veces juntábamos huevos de codorniz o corríamos a la liebre que siempre se aparecía en nuestro patio e imposible de atrapar. Aquella quincena, terminó siendo un mes, que era el tiempo de vacaciones que tenia mi padre y bien merecidas, pero aunque ellos estaban muy cómodos en el lugar, con mis hermanos ya no nos aguantábamos mas. Tantos días juntos, y el aburrimiento se hacia constante. Un día, no pude ocultar más y llore desconsoladamente, le expliqué a mi padre que quería irme, y él me respondió si me gustaría que venga una amiga. Mi llanto en seguida cambio por una enorme sonrisa y al rato Silvina estaba conmigo. Pero ¿cuántos días se iba a quedar ella? Claro, dos días fueron suficientes para ambas familia, la de ella y la mía. Volvió la tristeza a mi cara. Mañanas, tardes y noches se hacían largas, me molestaba todo, ¡que los mosquitos, que la pileta esta sucia y yo no la pienso limpiar, que estoy aburrida, que Matías no me moleste, que tantas cosas! Hasta que llega a la casa de al lado, la que habíamos usurpado, un auto rojo. Baja una chica corriendo y se tira a la pileta. La miraba para ver si me decía algo, mejor todavía si me invitaba a su piscina, pero no. A la noche recién empezamos a cruzar unas palabras y al otro día ya estábamos como uña y carne. Desde ese momento, la diversión volvió al campo, ahora no me quería ir. Pero sin darnos cuenta ya finalizaba el mes, teníamos que irnos a nuestra casa de Quilmes. A última hora, me despedí de mi nueva amiga. Llegue a mi casita, todo volvió a la normalidad y le pedí a mi padre que la próxima vez vayamos a vacacionar allí, pero solo una semana, ¡por favor!
Llegamos al sitio. Después de salir de la ruta, entramos por una calle de tierra seca.
-¡Por fin!, dijimos todos, las piernas nos dolían después de tres horas de viaje. Abrimos el portón que decía “Fortín”, y entramos con el auto a la quinta del amigo de mi padre, que se la había alquilado por una quincena, eso pensamos. La entrada era enorme, casi cien metros de parque, pileta, árboles, una casa al fondo construida de madera, un poco abandona. En seguida bajamos los bolsos, nos acomodamos en las habitaciones, limpiamos la casa y ahí comenzaron mis vacaciones.
La primera semana, espectacular, todos los días hermosos, soleados, que transformaron mi piel en un oscuro bronceado, un tostado perfecto, íbamos a la tiende del lugar, comprábamos golosinas. El ambiente era tranquilo, el canto de los pájaros, los aromas de campo. Recuerdo algunas situaciones, como por ejemplo cuando después de terminar de comer una sandía, decidimos con mis hermanos, plantar las semillas pensando que pronto nacería un árbol de esa fruta, ¿que loco no? También, entramos, mejor dicho: usurpamos la casa del vecino metiéndonos a su fabulosa piscina, el cuidador nos vio y salimos corriendo. Los días pasaban y ya no sabíamos más que inventar, a veces juntábamos huevos de codorniz o corríamos a la liebre que siempre se aparecía en nuestro patio e imposible de atrapar. Aquella quincena, terminó siendo un mes, que era el tiempo de vacaciones que tenia mi padre y bien merecidas, pero aunque ellos estaban muy cómodos en el lugar, con mis hermanos ya no nos aguantábamos mas. Tantos días juntos, y el aburrimiento se hacia constante. Un día, no pude ocultar más y llore desconsoladamente, le expliqué a mi padre que quería irme, y él me respondió si me gustaría que venga una amiga. Mi llanto en seguida cambio por una enorme sonrisa y al rato Silvina estaba conmigo. Pero ¿cuántos días se iba a quedar ella? Claro, dos días fueron suficientes para ambas familia, la de ella y la mía. Volvió la tristeza a mi cara. Mañanas, tardes y noches se hacían largas, me molestaba todo, ¡que los mosquitos, que la pileta esta sucia y yo no la pienso limpiar, que estoy aburrida, que Matías no me moleste, que tantas cosas! Hasta que llega a la casa de al lado, la que habíamos usurpado, un auto rojo. Baja una chica corriendo y se tira a la pileta. La miraba para ver si me decía algo, mejor todavía si me invitaba a su piscina, pero no. A la noche recién empezamos a cruzar unas palabras y al otro día ya estábamos como uña y carne. Desde ese momento, la diversión volvió al campo, ahora no me quería ir. Pero sin darnos cuenta ya finalizaba el mes, teníamos que irnos a nuestra casa de Quilmes. A última hora, me despedí de mi nueva amiga. Llegue a mi casita, todo volvió a la normalidad y le pedí a mi padre que la próxima vez vayamos a vacacionar allí, pero solo una semana, ¡por favor!
2 comentarios:
Hola Emi,
Algo de esta historia me contaste, pero ahora que la leo lo reflejaste muy bien.. Me gusto mucho y también el cuento onírico muy romántico jaja.
Besos
Una zona para seguir explorando como narradora... Ver por ejemplo, "En la bahía", de Katherine Mansfield.
Es necesario revisar algo de acentuación,
saludos,
Celia
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